sábado, 27 de octubre de 2012

Ichi, ni, san…
Ichi, ni, san…
Los pasos, uno detrás de otro, monótonos y simétricos,
unidos por el ritmo cansado y… el destino.
He llegado hasta donde estoy y no he ido más allá,
el camino que he recorrido es el pasado
y lo único que puedo ver desde aquí es lo que mis ojos pueden ver.
La historia la tengo en mis pies y sus vestigios son las huellas,
es lo único que queda en el sendero,
evidencias de mi trasegar y de mi propia existencia.

Aparecés vos, la guardiana de los atajos indebidos,
caminando delante de mí, como si nada,
esperando que te nombre para mirar hacia atrás.
Yo, tomo las precauciones y me quedo en la seguridad de mis elucubraciones, 
en las aparentes tranquilas llanuras de las concepciones del mundo.
Te observo, oculto, pero con tu complacencia,
escucho tus historias narradas al viento obstinado en arrebatar tu pelo.
Yo me quedo en las apariencias,
con la máscara puesta y los discursos elaborados
sobre quien soy y lo que deseo.

1 comentario:

  1. La guardiana...la criatura que ronda en la justa bifurcación de los caminos.
    Aquella que se mira en el reflejo centelleante, de las huellas serenas y equilibradas del Sembrador, en hileras al viento de semillas destructoras, o de incomparable sustento.
    Y que luego, en silencio fugaz y ligero juega entre las hileras, apenas tocando en puntas el suelo
    llenándose el alma de perfume y renuevo, se retira flemática y a modo de despedida, las va bendiciendo.

    ResponderBorrar