martes, 20 de agosto de 2013

En otro tiempo.

Es este silencio de las cosas que pasan,
allá afuera donde las cosas pasan,
el que trae las noticias de los amigos y de los amores pasados.
Hubo un tiempo en el que se podía amar sin preámbulos ni requisitos,
el tiempo cuando los arrepentimientos no esperaban,
como los peregrinos de países extranjeros,  a las puertas del único templo de su credo.
Hubo un tiempo en el que nos descubríamos en sencillas adivinanzas
y nuestros pecados no sabían volar
y no tapaban el sol todavía.
En este silencio de las cosas
escucho el rumor de los propósitos inútiles y las verdades huérfanas.
Hubo un tiempo en que las revoluciones se presentaron sin terror,
engañando incautos, reduciendo espíritus a ideas.
Hubo un tiempo en el que el valor no era una terapia insulsa
y la dignidad no era una cláusula inerte.
En este silencio las cosas son de otra sustancia, allá afuera.
Hubo un tiempo en el que el silencio me acompañaba.

viernes, 9 de agosto de 2013

En el vientre del hambre todos somos conocidos,
formamos parte del mismo abigarrado entramado de esperanzas putrefactas.
En la garganta del ruido somos una canción que el silencio no acogerá en su seno,
pero que tampoco conocerá un intérprete.
En el ojo de la angustia no reflejamos la carne sino las pérdidas que forjan la soledad.

En este cansancio no busco sombra ni agua ni reposo.
En este cansancio sigo buscando razones.
En este cansancio insisto en la desintegración perpetua.



sábado, 3 de agosto de 2013

Día de suerte.

Preguntás como si la curiosidad escaseara.
Me mirás como si fuera a diluirme en el aire.
Insistís con fingida paciencia a que elabore las respuestas.

Yo juego con la taza del café,
Mientras escojo las palabras que no delaten las emociones.
Vos crees que controlás la situación
Y yo todo se lo dejo al azar,
Porque decidiste recoger el mensaje en la botella
En el medio de este mar de anónimo bullicio.

Hasta ahora me entero...

Nunca te he esperado.
He salido a cazarte pretendiendo que camino con vos.
He buscado todos los caminos que se crucen con los tuyos,
He puesto señales para que llegues a mis desvaríos.
Nada entre los dos ha sido casualidad.

Dulcemente,
No has notado que soy irrevocable,
Que ya vives la condena.
Que, ahora, camino a tu lado por convencimiento,
Que no quiero soltar tu mano.

Ella allá.


Otra vez en un rincón, atrincherada, disparando miradas, unas de inconformidad, otras de escepticismo. Ella no quiere parecerse a esos sueños que le llegan cuando se acuesta con la espalda dolorida, no quiere que se la trague ese camino polvoriento que desemboca en esa mina negra, como una garganta de la montaña que se asoma para capturar almas.

Pero se deja llevar por las aguas quietas. Poco a poco la van alejando de la seguridad de la rivera y la confrontan con un horizonte circular e infinito. No sirve ni el pánico ni la angustia, algún día llegará a una isla donde poder resignarse con tranquilidad.

No sé si la imagino o la recuerdo, en medio de la calle, quejándose por el viento frío y por la falta de otro cigarrillo. No sé si fue un beso solitario o la imposibilidad de que me llevara a su soledad. No sé si llegará el musgo a cubrir los pasos, no sé si a esa ciudad se la tragará el monte, algún día, antes que se termine la historia de las inconformidades.