martes, 16 de octubre de 2012

Careful with that axe, Eugene.

Y va haciendo largos rodeos, tratando de acertar con premoniciones inútiles porque sabe que canción sigue, las ha escuchado mil veces y le siguen encantando como la primera vez. Y qué decir, se siguen perdiendo buenas canciones, novelas huidas de las historias cuadradas, se sigue ignorando que el oxígeno es explosivo, que las mitocondrias te matan de a poco y aún así seguimos respirando, dando un segundo más a la locura. Y la canción era perfecta… Set the controls for the heart of the sun

El sol secamente amarillo de la tarde en Pompeya, la arena, el calor, David tirado en el suelo haciéndole el amor a la guitarra, la percusión diabólica y él con envidia de Martín porque estuvo allí. Al menos eso le hizo creer contándole cada detalle, cada resonar de la música en la ruinas, en las cajas gigantescas de los instrumentos donde orgullosamente decía London; hasta los franceses los querían, a los malditos genios, estos ingleses que cambiaban el libreto cada vez que les daba la gana, como para haberlos juntado con Ionesco y montar el bodrio más grande del mundo. Por lo menos a él le divierten.
Eugene está escribiendo cosas raras, sentado en la cafetería, con el walkman a todo volumen. Mira de vez en cuando, de un lado hacia otro y con un espejo retrovisor se da cuenta de lo que esta atrás. Los sucesos se repiten, caen de nuevo los muertos en las batallas, se dicen los eternos discursos, llegan renovadas las pasiones románticas de los héroes, hasta que no queda otra cosa que su propia imagen reflejada, porque ya no existe otro momento en la historia aparte de su propia conciencia. El tiempo se arremolina en un solo instante, en un presente infinito y abrumador… ¿y como es que se llama la canción? Several species of small furry animals gathered together in a cave and grooving with a pict, todos juntitos tomando café, esperando el desmembramiento, dejándole todo al tiempo. Ya lo había dicho, Eugene está escribiendo cosas raras, hilando fino, perdiendo el tiempo y la cabeza, nunca le gustó del todo que hubieran sacado a Roger y cada vez que escucha A saucerful of secrets se le revuelve el estomago, como cuando se le fue la tortuguita por el sanitario. Eugene está entendiendo que hay cosas que pasan, simplemente, sin consultarle a él, sin una razón. Eugene está mirando una mujer y cantando lo primero que se le venga a la cabeza para distraerse, tratando de encontrar un pequeño espacio entre las ideas, entre las imágenes del desquiciamiento.
Un gran rodeo mientras llega otro día, otra excusa… ¿Acaso hubo una antes?

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