domingo, 24 de febrero de 2013

Lo que nunca te diré.

Lo que nunca te diré, porque ya soy incapaz de hacerlo.
Lo que nunca más te diré, porque me cansé de querer fundar realidades con explicaciones, propias de un materialismo vuelto al revés (nunca entenderías las referencias marxistas).

Y, sin embargo, me imagino a los dos, cada uno desde su cachito de universo,
tratando de restablecer el espíritu maltratado, maldiciendo, de vez en cuando, las artimañas de la suerte que nos correspondió;
buscando rostros inocentes que se parezcan a la esperanza.

Aquello que nunca te diré, porque la verdad sí duele, se derrama en pozos de purificación y retorna a las fauces oscuras de la tierra, donde todo vuelve a ser nada, donde la nada reclama silencio.

No puedo definir nuestra naturaleza, pero tampoco he podido prescindir de los recuerdos de las noches que eran sólo de los dos, o los amaneceres cuando huía estando entre tus brazos y dormías en una belleza suspendida. Nunca te pertenecí ni imaginé las consecuencias.

Lo que nunca te diré está por ahí, si sabes buscar.

viernes, 22 de febrero de 2013

Arte y Técnica

Arte y técnica de las evasiones, de miradas como lanzas veloces y mortales.
Arte y técnica que parecían atávicas se reeditan en provocaciones inesperadas, en expectativa de argumentos no requeridos.
Fantasmas vienen y van, rozando los hilos del pánico, dejando el olor dulzón de la trampa.
Canciones atemperadas y frases cajoneras se descuelgan de los dedos... Las manos frías y un pequeño temblor en la voz alcanzan a revelar el pesado secreto que sembró la vergüenza. Amargura en los suspiros. Ningún testigo.
Periplos solitarios sobre las ideas inconclusas del existir y sus sentidos, insistencias caústicas. Tormentos rutinarios, devolver la página y volver a leer, en vano, que las advertencias no fueron suficientes y que la fuerza tarda en llegar.
Una lanza larga y precisa.

jueves, 7 de febrero de 2013

Nada por decir.

Me pides un sermón que no te deje caer
liviana, inocente en las garras de alienación.
Recojo el silencio y te lo arrojo
Aparentando enojo
En tristeza inundado.

Marchas cansadas,
Mutuas indiferencias
En los pasillos blancos
De las despedidas inusitadas.

sábado, 2 de febrero de 2013

La Paciencia de la Lluvia (Parte VI)


Miles de personas, millones, vastedades de indiferencia reducida a un número, a contras y conveniencias. Uno de los mayores peligros para la sobrevivencia, es pensar que la soberanía reside en la voluntad de la mayoría. Y si esa mayoría es aplastante, no es más que el unísono de la ignorancia, pesada como la gravedad. En su centro no se puede respirar y las consecuencias de la falta de oxígeno se manifiestan al instante: el imperio de la opinión, de la aceptación acrítica de las injusticias que nos rodean.

A todos nos llega el momento, el mío empezó con el primer invierno del año, huyendo de la lluvia.

Sin mucho por hacer, me senté a esperar que escampara, en una cafetería cerca de la universidad. Pensé en ella cuando vi en la vitrina sus chocolatinas preferidas, tomé dos y pedí un café cargado. Recuerdo que casi me quemé con el café, que me senté mirando hacia la calle en una mesa en el medio del ruido de los carros pasando por los charcos y las conversaciones a mi espalda. Poco a poco, mi atención se desplazó de la malsonancia repetitiva del exterior a las voces de quienes debatían en el interior. No era el barullo de mis ideas, pero era yo hablando en otro tono…

En un baúl.

Hay historias que son palíndromos, presencias como suspiros congelados, almas suspendidas en pequeñas reminiscencias: un libro, una caricia distractora, el beso que no brotó.

Hay almas con aguijones, portadoras de secretos amargos, de labios marchitos, ojos pálidos.

Hay sonrisas angustiadas, laberintos confortables, muertes rutinarias como sueños mudos, anhelos...

Hay rincones y vidrios rotos, canciones abandonadas que no recuerdan, promesas irresolutas.

Hay candados y máscaras que no sabías que guardabas.
Si, hay esperanzas perdidas.