viernes, 19 de octubre de 2012

Un padre y su hijo venden alondras de papel, caminan las calles húmedas y frescas por la lluvia recién caída.
Estando joven la noche, los veo leyendo un libro sucio de tanto pasar los dedos por las páginas y las líneas, repasando los versículos que mañana repetirán para justificar su destino, para embellecer los rostros grises, para paliar el cansancio, para dar gracias por los niños que juegan con su curiosa mercancía voladora.
La esperanza sorprende siempre y no hace ningún esfuerzo por ocultarse, se renueva en la inocencia, a pesar de las frentes quemadas y los ánimos escasos, a pesar, o tal vez, por causa de las ficciones y los mitos que nos recuerdan una magia imperecedera, magia que oculta el yugo y disfraza la injustica.

1 comentario:

  1. Tal vez aquellas almas,sólo el alma del libro deben seguir, para no regalarles víctimas a los verdugos amantes de imponer yugos a los seres que en su origen,nacieron de libertades universales,incomparables, sin magias de por medio, sólo verdades: una, la del libro de hojas gastadas.

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