viernes, 16 de noviembre de 2012

Esta tarde no me alcanza para escribirte, los ánimos ya han ido menguando.

Esta tarde que sorprende con fríos verdes y ponientes rojos, la montaña que me traga y me intenta renovar en una amarga nostalgia.

Te imagino mirando este cielo paternal, respirando este aire brioso, transformándolo en suspiro.

Te imagino encendiendo una esperanza cada noche, para encontrar el cavader rígido sobre la mesa, esparcido en formas proféticas de un casual encuentro y una derrota eterna en nuestros brazos repelentes.

Y me levanto del asfalto para vaciarme en los pesados pensamientos de la culpa, camino como practicando las evasiones por las esquinas abandonadas, porque no encontré ningún camino seguro por tus cauces, porque no fui capaz de tomarte de la mano y dejarme a la gravidez de la indeterminación, sin retorno, pero con arrepentimiento.

Esta tarde invoco tu presencia amorfa, tus ganas cicatrizadas, tus decepciones vacías.
Llega la noche corriente y el rostro lapidario de la indiferencia.

1 comentario:

  1. Ya no merece la tarde, el recuerdo de su inconsistencia, de su irrespeto por las palabras, que quisieron salir pero no pudieron. El cansancio también tiene voluntades, que logran refrenar el anhelo de las almas; pero aún así logran acuerdos, en el encuentro mientras contemplan el mismo cielo,
    cauces que llevan al seguro destierro, de esquinas empolvadas, de cicatrices de un "espero", de indecisiones e indiferencias. Quién sabe si invocando, aparezcan las respuestas...

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