Ciudad de esquinas poseídas, de relatos peregrinos.
Ciudad que no sabe disimular,
Me persigue a plena luz del día
Y me asalta con la franca figura de la locura,
De la imposible emancipación de la sonrisa,
Capturada en los recuerdos delgados e incapaces
De estremecer, una vez más, la piel.
Nombres desterrados de las encrucijadas
Antes fieles a las citas y a las complicidades.
Nombres sordos y obstinados tributarios de los alientos de otros.
Ciudad de placeres interrumpidos,
De monótonos sufrimientos.
Precario lugar de los deseos de vos,
Palacio de los fantasmas míos.
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