Una mujer,
por la que alguien dijo siempre, manifestando lo evidente en amaneceres incesantes:
que las casualidades no existen, que todo es un mismo nombre en indescriptibles idiomas,
que somos briznas y diamantes.
Un hombre,
por quien juraron sacrificios y se enmendaron promesas, todos los días,
suspiros enfrascados.
Un viaje y su cansancio,
rutinas imprecisas en busca de un rostro que sepa de los engranajes del caos,
que entienda la simpleza de los espejismos.
Y estamos los dos,
adivinando la precariedad del otro para escribir necedades egoistas.
Todo pasa y todo perecerá.
Más cerca de Heráclito - "No puedes bañarte dos veces en el mismo río" - que de Machado - "Todo pasa y todo queda"-, el texto devana soledades, aunque algo sí que queda: resignado lamento de lo ido.
ResponderBorrarPensar que algunos expiran, por no serlo, por no tomar más, o lo propio, por amar respeto, aún más que a sí mismos...
ResponderBorrarUn viaje, dos espejos, un cansancio, dos necios, un egoísmo:
ResponderBorrarexcepcional diamante, oculto entre dos orillas, aferrado muy profundo en la imprecisa rosa de los vientos, impagable, irrenunciable, negado al olvido.