Entre la sangre anónima que despertó todos los demonios y el silencio cómodo en las gargantas, se incubaron los absurdos dolorosos, la negación y la complicidad oprobiosa de nuestra historia.
Vivir en estos tiempos es como habitar en ninguna parte, algún lugar por fuera de las consecuencias de los desafueros de los poderosos y de las luchas de quienes nos antecedieron en el legítimo rechazo de la injusticia. Tierra olvidada, nación del olvido, donde nadie tiene cicatrices ni nadie se ha atrevido a aprender nada.
El otro es la personificación de la amenaza más alevosa, aquel que hay que eliminar para que el uno pueda existir. Todos quieren ser parte del ego odioso y destructor de las alteridades. No se aprueba ningún otro horizonte de existencia. Todos quieren estar cobijados por una de las grandes mentiras: la seguridad de la masa, durmiendo en el confort de la ignorancia.
Desde alli juzgan y parametrizan, movidos por voluntades irresistibles. Los dioses existen, se les reza sin ritos y se los adora sin vergüenza.
La primavera tan lejana, tan esquivas las utopías de los mundos mejores cuando veo los rostros multiplicados de la uniformidad.
Y como no tengo más que palabras, tengo esta responsabilidad. No callar, aunque la obra sea muda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario