Los presentimientos que se llevan en la sangre se parecen al destino, sentimos como obligación cumplir lo que se nos ha dado por herencia.
Si es nuestra naturaleza u obstinación, no importa cuando se han desencadenado las consecuencias de aquello que es mandato, cuando no hay fuerzas ni argumentos para oponerse.
Y todo vuelve a empezar. Por eso la historia se escribe cuando los muertos pesan sobre las conciencias y los fantasmas rondan las ideas.
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