Te busco por costumbre, en un ejercicio arqueológico de lo que es, aún, innombrable.
Te busco porque no me nace evitarlo, porque en la consumición del tedio te pareces a las primicias que vuelan afuera, en el jardín.
Te busco porque no he aprendido a evadirme, aunque no sea inminente tu presencia y prefiero adenlantarme a las circunstancias.
Te busco porque los pies me lo exigen y los caminos son cómplices de tu mimetismo y no me doy cuenta que te recorro.
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